Se estremece uno al pensar que
puede haber quienes hayan sido condenados por algo que jamás hayan perpetrado,
quienes no dejen nunca de clamar su inocencia y no sean escuchados porque nadie
escribe a un periódico, no tiene medios para recurrir o, simplemente, porque no
le conceden la revisión de prueba que solicita.
Pienso
en quienes se suicidan en prisión, en quienes pierden la custodia de sus hijos
y son abandonados por sus esposas, en quienes se han quedado sin amigos, sin
trabajo, sin futuro y con la pesada carga de un pasado que marca
indefectiblemente su presente. Podría recurrir a la imaginación pero, ¿hay algo
más creativo que la misma realidad? Uno aprende. He aprendido a tener miedo a
esos linchamientos públicos que recogen los medios de comunicación con excesiva
frecuencia. He aprendido a temer ante los gritos de ‘¡penas íntegras!’, ‘¡que
se pudran en la cárcel!’, ‘¡leyes más duras!’. Sí, me asustan los
intransigentes, los que confían ciegamente en la ‘justicia’ revistiendo
de infalibilidad a un magistrado y otorgando categoría de dogma de fe a una
sentencia. Me asustan los que olvidan que ‘errar es de humanos’ y que
todos, ¡todos!, incluidos los encarcelados, tienen derecho a cambiar.
No
me asusta que un condenado a mil años de prisión salga en libertad a los
veinte, que un narcotraficante o un violador se reincorporen a la vida en
sociedad. Lo que me aterra es saber si detrás del tiempo que se les fue entre
rejas parten convencidos de su error y dispuestos a recomenzar una vida nueva y
distinta, o si tornan peor de lo que entraron, repletos de resentimiento y
venganza contra todo y todos, como una fiera enjaulada.
Me
pregunto cómo somos tan débiles que sólo podemos combatir y vencer, pero no
perdonar. De Calderón es aquello de que ‘vencer y perdonar es vencer dos
veces’.
Antes no me importaban
un comino estas cosas, no vivía entre rejas y no había experimentado el sabor
de la derrota, no conocía la frase de Ortega y Gasset: ‘manifiesta cierta
pobreza de espíritu no estar dispuesto a ver en la derrota una de las caras que
puede tomar la vida’. Me
empeño ahora en la guerra más
difícil, la de combatirse a uno mismo para alcanzar la mejor de las victorias,
vencerse a sí mismo.
¡Enhorabuena al autor de este blog! ¡Gracias por hacernos partícipes de esta realidad!
ResponderEliminarExperimentar "El sabor de esta derrota", conlleva con seguridad al camino de alcanzar la única y verdadera VERDAD. Es más pienso que con este blog, el autor nos puede ayudar a nosotros a ir encauzando también nuestro caminar.
¡A Volar!
Muchas gracias por tu comentario, mi pretensión no es otra que hacer partícipe de mis pensamientos a quien los quiera tener en cuenta y con el objetivo de compartir una experiencia personal
ResponderEliminarVida dura aquella, verdad. Pero tambien dura una vez fuera de esas paredes, y gratificante cuando libras los obstaculos que se han sumado a ese pasado. Enhorabuena por este blog. Un saludo. Christian
ResponderEliminarMuchas gracias y, sí, fuera de esas paredes también dura, pero con apoyos con los que no se cuentan allá y que generan una mayor confianza. Un saludo
ResponderEliminarA mi siempre me ha dado mucho respeto la cárcel. Por un lado, porque a veces hay gente condenada o confinada injustamente. Por otro, porque la finalidad de la cárcel es demasiado...humana?. No lo creo! La cárcel es lo más ilógico de un sistema, que aunque dice que va a rehabilitar, en un tanto por cien muy grande demuestra lo contrario, porque hace reincidentes.
ResponderEliminarLos capellanes de las cárceles y los voluntarios que se dedican a acompañar asiduamente a los reclusos, son los primeros reticentes en aceptar los medios empleados. Tenían que ser más selectivos, en especial con aquellos que se ven injustamente condenados y no se les revisa las penas por el miedo a la alarma social.
Que Dios nos libre de una experiencia terrible como esa y que ayude a aquellos que la sufrieron para que dejando todo resquicio de resentimiento vean en la cruz el modelo más claro de la injusticia de los hombres, y del perdón a los verdugos y a los obradores de sentencias injustas.
Solo así tendría un futuro más humano.
Esto a mi me lo parece. Franja.
No sé si más "selectivos" pero sí, al menos, tratar de llevar a cabo ese tratamiento individualizado del que se habla en el Reglamento Penitenciario
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