Al
estrenar el nuevo año 2013, la letra de una canción de Pablo Alborán me invita
a escribir esta “nueva entrada” en mi
blog. Lo comparto sin estar muy seguro de que pueda o no interesar, pero es lo
que me sugiere en este momento.
“Volver
a empezar de cero contigo o sin ti, volver a empezar de cero de nuevo estoy
aquí”. Me quedo con lo de volver a empezar. Lo de empezar de cero, la
verdad, no sé si es posible o, incluso, recomendable. De cero empezamos cada
mes algunos comerciales, porque los objetivos del pasado ya no nos sirven para
el presente; de cero empezamos cada mes, también, los que apenas rondamos los
mil euros mensuales para subsistir; de cero empiezan seguramente aquellas
personas que han tenido que sufrir una terrible enfermedad que les ha hecho
perder la memoria y algunas de sus principales capacidades… Los demás, incluso
aquellos que hemos perdido honra, profesión, capacidad económica y años de
vida, no empezamos propiamente de cero. Y creo que es mejor así. Porque toda
experiencia, también las traumáticas, nos enseñan y capacitan para seguir
viviendo y conforman nuestra propia historia personal. El pasado, siempre y
cuando no nos empeñemos en resucitarlo o en vivir de él, nos puede servir de
ayuda en el presente y de cara al futuro. Quizás si rememorásemos más la
historia y nuestra propia historia, cometeríamos menos errores. Insisto, sin
querer regresar a ella. Alguno, con buena intención, me pregunta si no me
gustaría seguir ejerciendo el ministerio sacerdotal. Eso, me guste o no, es
historia y ya no regresará. Hurgar en el pasado, no; despreciarlo, tampoco.
Sí, al comenzar el nuevo año renuevo
el propósito de volver a empezar. Siempre, por difíciles que sean las
circunstancias, podemos empezar de nuevo. Recuerdo en una visita en locutorios a
una abogada que me decía: “no se
preocupe, ya verá como usted resurgirá de sus cenizas como el Ave Fénix”.
Es cierto que, a veces, estas frases hechas nos producen malestar al oírlas,
pero no menos cierto es que tienen su parte de estímulo y verdad. No así otras.
Recuerdo la de un amigo, hace no mucho tiempo, que me decía: “no ates las manos de Dios”. Se refería
a que no tomara decisiones sobre mi futuro. ¡Caramba! ¿Se le puede atar las
manos a Dios? ¿Y qué es lo que ha estado
haciendo entonces hasta ahora? En fin, prefiero no dar rienda suelta a mis
pensamientos sobre este tema.
Sí, volver a empezar contigo o sin ti.
Hay personas que se cruzan en nuestra vida sin que signifiquen demasiado y
otras que se convierten en referente y que le dan un sentido nuevo. Pero puede
suceder que también estas últimas desaparezcan porque la vida nos las arrebate,
porque no sepamos conservarlas a nuestro lado, porque nos hayan abandonado… Si
se han ido quedémonos con lo mejor de cada una de ellas. Y si nos han hecho
daño, si no somos nosotros quienes debamos arrepentirnos de cómo las hemos
tratado, sigamos adelante con el convencimiento de que son ellas las que deben
cambiar y no nosotros. ¡Qué mal me sientan esos “consejos” de que hemos de cambiar para que no nos hagan daño! ¿Por
qué dejar de ser buena persona si es la otra la que ha abusado de tu bondad?
¿Por qué recomendar a quien es bueno que sea malo? ¡Que se arrepientan los que
actúen mal, no quienes han dado su confianza, su lealtad, su cariño…a quien no
supo “utilizarlos”! Y si pudiéramos recuperar a alguien a quien
hemos alejado, si vale la pena, intentémoslo, pero sabiendo que el tren que
cojamos ya no será el mismo, sino otro.
Volver a empezar contigo o sin ti. Incluso
puede ser que para un creyente, para quien ha puesto toda su confianza en ese
Tú que llamamos Dios, éste llegue a “desaparecer”
de su vida porque ya no lo perciba, no sienta su presencia, no descubra su acción
en ella. ¿Perdería sentido, aún así, la voluntad renovada de volver a empezar?
Yo creo que no. Es San Juan de la Cruz, el místico español, quien nos habla de
la “noche oscura del alma”. ¡Cuántas
veces podemos tener esa experiencia en nuestra vida de noche oscura! Y, sin
embargo, es él mismo quien puede después exclamar “¡Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado
transformada!”. Y es que del dolor, del sufrimiento, del fracaso, de la
oscuridad…también puede surgir la luz. Hace muchos años ya que una frase me
impactó: lucha como si Dios no existiese,
pero sabiendo que existe. ¡Sí! Y yo me atrevo a decir aún más. Aunque no
existiese, aunque lo que nos hubieran enseñado sobre Él no fuesen más que
palabras bonitas, ¿no valdría la pena luchar por un mundo mejor, un mundo en el
que el referente fuese el amor? A mí me bastaría el hecho de que Jesús, de
carne y hueso, fuera mi referente y modelo. Sé que la teología dice que si Él
no resucitó vana es nuestra fe. Pues bien, aunque no lo hubiera hecho, y no
dudo que sí ha resucitado, tendría sentido para mí su enseñanza y ejemplo.
Aunque muchas veces no
tengamos más opción que conformarnos con lo que la vida nos da, aunque la
oscuridad y el silencio de la amarga soledad se hagan presentes demasiadas más
veces de las que quisiéramos, os invito a que siempre renovemos la voluntad de
volver a empezar. Al estrenar el nuevo año es lo que a todos y cada uno de mis
amigos y lectores os deseo.
¿contigo o sin ti?
ResponderEliminarSeguro ÉL te responería con otra canción, en este caso de El Arrebato:
"Aquí me tienes, besando tus heridas,
tan tuyas como mías porque a mí también me duelen.
Aquí me tienes, buscando esa mirada, esa palabra,
que aunque sólo sea un poquito pero algo te consuele.
Aquí me tienes, como un perro centinela,
siempre a la verita tuya, a tu lado y nunca enfrente.
Aquí me tienes, sonriendo cuando pienso en los idiotas
que quisieron separarnos y estaremos juntos siempre, siempre...
Así que sécate esas lágrimas y agárrate fuerte a mi brazo,
tú no te asustes de los vientos que yo te espanto a los diablos,
que tus dolores son los míos, que tu alegría es mi alegría,
que lloraré cuando tú llores y sonreiré cuando sonrías"
¡Feliz Año!
Sí, y probablemente esa ha sido su respuesta aunque, a veces, uno no la perciba más que en el interior. MUCHAS GRACIAS por recordármelo, es un enorme consuelo
ResponderEliminarCuaresma, tiempo de conversión. Realmente ¿cabe la posibilidad de conversión en un centro penitenciario?
ResponderEliminarRotundamente he de responder que sí. La conversión es un movimiento que se produce en el interior de la persona, no sin la misteriosa acción de Dios, ¿dónde no cabe la conversión? Otra cosa es que el Centro como tal la facilite o que, después, Centro, sociedad o la misma iglesia, se crean que ha existido en el reo una auténtica conversión o le ayuden a que se haga efectiva en su vida
ResponderEliminarEs una pena que no sigas contando cómo vivir la Cuaresma y la Pascua tan esperada. Puedes ser luz para muchos.
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