A última hora de ayer, justo
antes de que nos chaparan, me llamaron a control. Tenía dos cartas, de mi
hermana y de mis sobrinas. A la mayor le han dicho que me he ido de viaje a
Barcelona y que tardaré en regresar. Rompió a llorar. Mi hermana tuvo que tranquilizarla
y la invitó a escribirme.
Mi
hermana me habla de las gestiones que están realizando para mi defensa y del
apoyo que reciben de mucha gente. Menciona a mi compañero de curso y a mi ex
compañera de instituto y les llama, junto a mi padre, “los tres mosqueteros”, por la labor que están llevando a cabo. También
me deja claro que no se ha creído mi “actuación”
del sábado en locutorios, cuando les decía que todo iba muy bien. Me anima a
luchar y a mantenerme alerta. Quiere que aproveche el tiempo y me dedique a
estudiar.
¡Cuántas
gracias he de dar a Dios por mi familia y por estos amigos! Tengo la sensación
de no haber sabido aprovechar mi tiempo en corresponder a su cariño. Cuánto
tiempo, incluso dinero, en agasajar a otras personas que decían quererme pero
que han demostrado que su cariño era endeble y fugaz. ¿Aprenderé de una vez la
lección?
Ayer
leía una frase que me llamó tremendamente la atención: “¡Qué espantosa esterilidad la de descubrir, a la llegada de la muerte,
que hemos sido el bufón de muchos, pero que los más nos despreciaban a la misma
hora en que nos admiraban, aplaudían o rociaban de incienso!”. Al menos he
tenido la suerte de no tener que esperar a la hora de la muerte.
Nueve
días en prisión. Muchos, de quienes esperaba al menos una palabra de aliento,
ni siquiera se han molestado en ponerme dos letras. Cuando la vida nos sonríe,
¡cuántos turiferarios a nuestro alrededor! Cuando nos da un palo, el olor a
incienso ya no es de honor, gloria y alabanza, sino de muerte.
Aceptar
la realidad, la dureza de la vida, y luchar. Tengo, al menos, la suerte de no
estar solo. No están todos los que creía que estarían. ¡No importa! De los
errores se aprende y de las caídas nos levantamos. ¡Duele!, pero nos
levantamos.
Ha
hecho falta que lo que tantas personas que me quieren me decían, me lo dijese
una psiquiatra: “es usted un ingenuo”.
Viene a mi mente otra frase que leí el pasado 24 y que me impactó: “En el amor hoy ya sólo creen los santos y
unas cuantas docenas de niños, de ingenuos o de locos”. Bueno, pues si he
sido ingenuo creyendo en el amor, he de renovar el propósito de creer en él
como santo. Ut vídeam!
11:45
Llueve y todo es silencio. Alguna gaviota revolotea ahí afuera pero sin
atreverse tampoco a romper el silencio. Hoy me he levantado sobresaltado por el
ruido que producía un generador. Al faltar la electricidad se pone en marcha.
Después de recoger la medicación y de tomarme un café subí a mi celda. Estuve
colocando fotografías en mi tablero. ¡Cuántos recuerdos! Al menos rememoro en el pensamiento lo vivido.
13:30
He celebrado la Santa Misa y prolongado la acción de gracias. El capellán me ha
contado hoy que alguien ha telefoneado al Obispo diciendo ser de su pueblo y
trabajar para instituciones penitenciarias. Le comentó que doce funcionarios
habían denunciado que el Obispo, mi abogado y sabe Dios quién más, estaban
organizando protestas contra los funcionarios de esta prisión por mi
encarcelamiento y que, por tanto, solicitarían mi traslado. El capellán, junto
con el subdirector, ha investigado para averiguar si se había producido alguna
denuncia o si se me había propuesto para ser trasladado. ¡Totalmente falso!
Nada de nada. ¿Quién puede atreverse a semejante historia? ¿Cómo llamar al
Obispo para contar tales patrañas? Parece de novela.
El
capellán, me cuenta, se ha puesto en contacto con mi compañero de curso y mi
abogado. Harán lo posible, de inmediato, para que dejen de celebrarse
manifestaciones a mi favor y se procure, así, eliminar mi nombre, cuanto antes,
de los medios de comunicación. Sospechan que algún familiar de los
denunciantes, molestos por todas las noticias a mi favor, haya sido quien
moviese estos “extraños hilos”. Por
lo visto, también mi padre le ha comentado al capellán que alguien había
asegurado que me iban a trasladar a Canarias. Se empeñan en especular que
detrás de toda esta situación hay una “mano
negra”, alguien que sabe dónde pisa y que hilos mover, alguien que está
detrás de mi proceso y ha venido a por mí desde un principio.
Pese
a todo lo que me cuenta, el capellán me insiste en que parece que las aguas
retornan a su cauce y que, aquí, en prisión, hay tranquilidad con respecto a
mí. ¿Increíble todo esto? ¿Quién, Señor? Como tantas veces he pensado y
repetido a lo largo de estos dos últimos años: ¡la realidad supera la ficción!
¿Quién quiere hacerme tanto daño? Y, sobre todo, ¿por qué? “Nada hay oculto que no llegue a descubrirse”. Ut vídeam!
14:10 Ha
habido recuento. He comido un pedazo de pizza. Hice la colada y la he puesto a
secar. Es la hora de la siesta y el silencio vuelve a reinar. Por fin me ha
llegado la autorización para telefonear. Al momento de entregármela pedí para
llamar. Me saltó el contestador. Ya es mala suerte. Me consuela saber que al
ser viernes mañana podré comunicar con la familia en locutorios. ¡Bendito sea
Dios! ¡Qué semana!
17:30 Me falta
rezar el rosario. Hoy el cielo está encapotado, gris, no para de llover y hace
frío. Igual de gris parece sentirse mi alma. Me llaman por megafonía.
20:53 Me reclamaban para entregarme la
correspondencia, tres cartas, un sacerdote, una ex feligresa y un ex alumno.
Las he respondido ya. He puesto el chándal a remojo y estoy preparado para
trasladarme a la celda de mi interno de apoyo. Estoy contento porque mañana es día de comunicación.
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