13:40 Ayer me vino a visitar mi
abogado de Vigo. Estuvo conmigo hasta la hora de la cena. Se fumó unos pitillos
y charló conmigo animosamente. Dijo que me escribiría para contarme “burradas” judiciales y me puso al día
sobre distintos temas.
De
vuelta a la celda me encuentro al asturiano
llorando. El abuelo, me dice, le ha
insultado metiéndose con su madre. Quería “chinarse”.
Tenía la cuchilla en la mano y tuve que persuadirlo y quitársela. El abuelo se excusa y asegura que no le ha
dicho nada. Tengo que ponerme muy serio y echarles una bronca recordándoles que
sólo desde el respeto podremos convivir. El asturiano
no quiso cenar y le traje unos yogures.
Sobre
las 20:30 trasladaron al guardés a
otra celda y nos ingresaron en la nuestra a un hombre de 62 años que ha
atropellado a dos jóvenes en una manifestación por la paz. El hombre está hecho
un flan y habla conmigo durante horas. Sobre las 23:30 nos acostamos. El abuelo no para de levantarse durante
toda la noche al servicio. Esta mañana me lo llevé a un cuarto de baño en el
que hay bañera, lo ayudé a bañarse y lo vestí con ropa limpia que me han traído.
Refunfuñó un poco pero me dejó hacer. Tendré que afeitarlo también pero lo
intentaré esta noche o mañana.
El
“automovilista” no sale de su asombro
ante lo que va descubriendo en prisión.
Ya
hemos comido. Como no ha venido el capellán no he podido celebrar Misa.
17:25 He
podido dormir un poco después de seguir hablando con el automovilista. También recé el Oficio de lecturas, laudes y hora
intermedia. He subido cinco minutos a la planta de arriba y ya se me pelearon
de nuevo el asturiano y el abuelo. ¡Qué paciencia hay que tener!
Parece que el automovilista intervino
para tratar de controlar la situación.
He respondido
dos cartas que recibí ayer. El economato está cerrado y el griego se ha ido hasta el campo de fútbol. Apenas hay gente por el
pasillo. Aprovecho para escribir algo durante este momento de cierta paz. A ver
si rezo ya también las I Vísperas. Al estar de interno de apoyo se hace
complicado encontrar tiempo para leer, escribir e, incluso, rezar. Hay que
armarse de paciencia para poder atender a mis compañeros.
Hoy está un
día bueno, pero apenas puedo ver el sol desde mi celda ya que en las ventanas,
a modo de cortinas, están extendidas unas colchas que ha puesto uno de mis
compañeros. La televisión, pequeña, en blanco y negro, está sobre una mesa
justo junto a mi cama y permanece encendida todo el día. He conseguido que se
le bajara un poco el volumen. A veces no hay quien aguante.
Espero que el
Señor me dé luces para afrontar la situación y saber cómo tratar a mis
compañeros. Deseo que la paz reine en la celda. Esto puede ser un infierno si
no consigo que se lleven bien todos.
El abuelo no está muy bien de memoria y
pregunta las mismas cosas varias veces. Además, repite de vez en cuando unas
expresiones que no vienen a cuento: “el
problema es la encarnación”, “el amor
es destructivo”,… y otras frases o preguntas que no tienen sentido. Tan
pronto está deseando salir de la celda y dar un paseo por el pasillo como, enseguida,
vuelve a la celda y se sienta en su cama para preguntar qué hora es o si hay
que ir a buscar la medicación. Concluye casi siempre con un “el hombre es un misterio que hace muchos
miles de años que existe”.
Hablando con
el automovilista caigo en la cuenta de
detalles muy elementales a los que ya no daba importancia desde que estoy en
prisión. A la hora de comer, por ejemplo, no nos dan servilletas ni agua. Las
comidas se reparten en bandejas metálicas y utilizamos unos cubiertos de
plástico que nos entregan cuando ingresamos. ¿No sería lo normal que se nos
diera una servilleta de papel y un vaso de agua?
El asturiano me ha dado un folleto a leer.
Trata sobre las normas de prisión para un interno y los medios que se ponen a
su alcance. Explica quiénes son las personas que trabajan en prisión y sus
funciones: funcionarios, educadores, trabajadores sociales, psicólogos… Expone
cómo ha de comportarse un interno y qué oportunidades se le ofrecen:
culturales, recreativas… Subraya que lo principal es conseguir la
rehabilitación del interno y su reinserción social. Leyéndolo me da la
sensación de que cualquier parecido con la realidad que vivo es pura
coincidencia. Por eso, seguramente, nadie me lo ha entregado.
Antes de
cenar, el abuelo se ha acercado a mí
para preguntarme cuál era su situación aquí. Me quedé perplejo. Le respondí que
está en la cárcel por haber cometido homicidio: mató a su mujer. Soltó una
carcajada y me dijo que era imposible, que su esposa está viva y anda por ahí.
Pienso que no rige. Probablemente no se acuerda de lo que ha hecho.
Mientras cenan
me dedico a rezar. Han hecho el recuento y espero a que nos llamen para ir a
recoger la medicación. El ATS ha tenido que irse a Ingresos y se retrasa hoy
más de lo normal. Tomo un café con el griego,
el Segundo y quien fue mi interno de
apoyo. El griego está empeñado en que
lo sustituya en el economato a partir del día 20, en que está previsto que se
vaya. Me enseña a limpiar la máquina de café, a llenarla de agua, a limpiar los
utensilios y a cargar la nevera para mañana. Reímos un buen rato porque es muy
simpático explicándose. Ya está todo el mundo en sus celdas, excepto los ordenanzas
y quienes hacen limpieza en pasillo y escaleras, cuando nos llaman para la
medicación.
He prestado
tres euros, uno al guardés y dos al asturiano. También le he dejado la
tarjeta telefónica a un interno jovencito para que pudiera llamar a su casa.
21:35 Recuento
final. Se acabó la jornada. Recibí cuatro cartas. Mañana las contestaré porque
ahora imposible. Todos hablan aquí como cotorras.
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