jueves, 18 de abril de 2013

Diario (58) 5 de abril de 2003


                    13:40 Ayer me vino a visitar mi abogado de Vigo. Estuvo conmigo hasta la hora de la cena. Se fumó unos pitillos y charló conmigo animosamente. Dijo que me escribiría para contarme “burradas” judiciales y me puso al día sobre distintos temas.
                De vuelta a la celda me encuentro al asturiano llorando. El abuelo, me dice, le ha insultado metiéndose con su madre. Quería “chinarse”. Tenía la cuchilla en la mano y tuve que persuadirlo y quitársela. El abuelo se excusa y asegura que no le ha dicho nada. Tengo que ponerme muy serio y echarles una bronca recordándoles que sólo desde el respeto podremos convivir. El asturiano no quiso cenar y le traje unos yogures.
                Sobre las 20:30 trasladaron al guardés a otra celda y nos ingresaron en la nuestra a un hombre de 62 años que ha atropellado a dos jóvenes en una manifestación por la paz. El hombre está hecho un flan y habla conmigo durante horas. Sobre las 23:30 nos acostamos. El abuelo no para de levantarse durante toda la noche al servicio. Esta mañana me lo llevé a un cuarto de baño en el que hay bañera, lo ayudé a bañarse y lo vestí con ropa limpia que me han traído. Refunfuñó un poco pero me dejó hacer. Tendré que afeitarlo también pero lo intentaré esta noche o mañana.
                El “automovilista” no sale de su asombro ante lo que va descubriendo en prisión.
                Ya hemos comido. Como no ha venido el capellán no he podido celebrar Misa.
17:25 He podido dormir un poco después de seguir hablando con el automovilista. También recé el Oficio de lecturas, laudes y hora intermedia. He subido cinco minutos a la planta de arriba y ya se me pelearon de nuevo el asturiano y el abuelo. ¡Qué paciencia hay que tener! Parece que el automovilista intervino para tratar de controlar la situación.
He respondido dos cartas que recibí ayer. El economato está cerrado y el griego se ha ido hasta el campo de fútbol. Apenas hay gente por el pasillo. Aprovecho para escribir algo durante este momento de cierta paz. A ver si rezo ya también las I Vísperas. Al estar de interno de apoyo se hace complicado encontrar tiempo para leer, escribir e, incluso, rezar. Hay que armarse de paciencia para poder atender a mis compañeros.
Hoy está un día bueno, pero apenas puedo ver el sol desde mi celda ya que en las ventanas, a modo de cortinas, están extendidas unas colchas que ha puesto uno de mis compañeros. La televisión, pequeña, en blanco y negro, está sobre una mesa justo junto a mi cama y permanece encendida todo el día. He conseguido que se le bajara un poco el volumen. A veces no hay quien aguante.
Espero que el Señor me dé luces para afrontar la situación y saber cómo tratar a mis compañeros. Deseo que la paz reine en la celda. Esto puede ser un infierno si no consigo que se lleven bien todos.
El abuelo no está muy bien de memoria y pregunta las mismas cosas varias veces. Además, repite de vez en cuando unas expresiones que no vienen a cuento: “el problema es la encarnación”, “el amor es destructivo”,… y otras frases o preguntas que no tienen sentido. Tan pronto está deseando salir de la celda y dar un paseo por el pasillo como, enseguida, vuelve a la celda y se sienta en su cama para preguntar qué hora es o si hay que ir a buscar la medicación. Concluye casi siempre con un “el hombre es un misterio que hace muchos miles de años que existe”.
Hablando con el automovilista caigo en la cuenta de detalles muy elementales a los que ya no daba importancia desde que estoy en prisión. A la hora de comer, por ejemplo, no nos dan servilletas ni agua. Las comidas se reparten en bandejas metálicas y utilizamos unos cubiertos de plástico que nos entregan cuando ingresamos. ¿No sería lo normal que se nos diera una servilleta de papel y un vaso de agua?
El asturiano me ha dado un folleto a leer. Trata sobre las normas de prisión para un interno y los medios que se ponen a su alcance. Explica quiénes son las personas que trabajan en prisión y sus funciones: funcionarios, educadores, trabajadores sociales, psicólogos… Expone cómo ha de comportarse un interno y qué oportunidades se le ofrecen: culturales, recreativas… Subraya que lo principal es conseguir la rehabilitación del interno y su reinserción social. Leyéndolo me da la sensación de que cualquier parecido con la realidad que vivo es pura coincidencia. Por eso, seguramente, nadie me lo ha entregado.
Antes de cenar, el abuelo se ha acercado a mí para preguntarme cuál era su situación aquí. Me quedé perplejo. Le respondí que está en la cárcel por haber cometido homicidio: mató a su mujer. Soltó una carcajada y me dijo que era imposible, que su esposa está viva y anda por ahí. Pienso que no rige. Probablemente no se acuerda de lo que ha hecho.
Mientras cenan me dedico a rezar. Han hecho el recuento y espero a que nos llamen para ir a recoger la medicación. El ATS ha tenido que irse a Ingresos y se retrasa hoy más de lo normal. Tomo un café con el griego, el Segundo y quien fue mi interno de apoyo. El griego está empeñado en que lo sustituya en el economato a partir del día 20, en que está previsto que se vaya. Me enseña a limpiar la máquina de café, a llenarla de agua, a limpiar los utensilios y a cargar la nevera para mañana. Reímos un buen rato porque es muy simpático explicándose. Ya está todo el mundo en sus celdas, excepto los ordenanzas y quienes hacen limpieza en pasillo y escaleras, cuando nos llaman para la medicación.
He prestado tres euros, uno al guardés y dos al asturiano. También le he dejado la tarjeta telefónica a un interno jovencito para que pudiera llamar a su casa.
21:35 Recuento final. Se acabó la jornada. Recibí cuatro cartas. Mañana las contestaré porque ahora imposible. Todos hablan aquí como cotorras.

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