viernes, 26 de abril de 2013

Diario (63) 10 de abril de 2003


               Comienza una nueva jornada. La de ayer no terminó demasiado bien. El asturiano estaba enfadado y me contestó de un modo que no me gustó. Me puse serio. Esta mañana, sobre mi mesa, estaban los tres euros que le dejé ayer. Las caras son serias. Incluso el abuelo ha despertado de mal humor. Creo que va a ser un día largo, frío y con los ánimos alterados.
                Intentaré bañar al abuelo y afeitarlo. A ver si me da tiempo. Tengo que lavar alguna ropa y ducharme. Son las 9:00 y espero que nos llamen para recoger la medicación. Hoy cumplo mi vigésimo segundo día aquí.
                Trato de ser amable y de preocuparme por quienes están a mi lado. Debo intentar restar importancia a lo que digan, uno es mayor y el otro un enfermo.
                10:25 He limpiado celda y aseos y me he duchado. También me afeité. Hablé con el abuelo y quedamos en que hoy lo afeito y mañana se baña.
                He estado en el economato. Estaban dos funcionarios, el Cabo, el Segundo y el nuevo encargado. Llegó la sanitaria en plan guerrillero y nos echamos unas risas. Hubo dos frases del Cabo que me llamaron la atención. Una la refirió a sí mismo en respuesta a la sanitaria: “sí, yo soy el chivato de los funcionarios y ellos me protegen”. La otra, me molestó profundamente, la refirió a mí: “Este ríe mucho, ya reirá menos cuando le bajen de Madrid los años que le caerán”.
                El tono en que habló no me hizo gracia ninguna. Parece que le moleste que uno se ría y que le alegre el mal de los demás. Da la sensación de que desea que me llegue una condena firme. Desconozco qué daño le he podido hacer pero su propósito parece ser el de poder fastidiarme. No llega con que ley y jueces nos traten de modo injusto, siempre hay un recluso dispuesto a mofarse y a ser más injusto todavía. No quiero darle importancia pero me molesta la actitud prepotente de este individuo. Por desgracia no es el único espécimen así en prisión. ¿De qué se jactan? ¿De ser más presos que un recién llegado? ¡Menuda presunción! No creo que el decir que se llevan nueve, diez, o los años que sean, sea título honorífico de nada. Parece que aquí dentro algunos piensan que por llevar más años tienen más méritos. Los tendrían, podría afirmar, si hubieran aprendido a tratar a los demás con comprensión, con respeto, con educación, en definitiva, con humanidad.  
Apareció el educador, que me preguntó por el automovilista, para entrevistarse con él. Aproveché a decirle que el abuelo no tiene NIS (carné de identificación interior) y tomó nota. Le advertí que envié una instancia solicitándolo y lo acompañé hasta la celda.
                Espero a que el capellán me llame para ir a celebrar. En televisión hablan del posible alto el fuego en Irak. Parece que se acabó lo peor y se dice que Sadam pactó la rendición. El educador se va ya. Ha estado unos ocho minutos en la celda. Me ha dicho que habría que poner un flexo en mi mesa. Al menos se ha dado cuenta de ese detalle. Es de agradecer aunque supongo que no servirá de nada el que haga esa observación.
                Hoy la megafonía no para de sonar para llamar a distintos internos. Todos salimos al pasillo para preguntar por quién se llama. Está tan alto el volumen que se distorsiona el sonido y no se entiende nada. Por mucha paciencia que se tenga no es fácil conservarla. Uno pierde los nervios. Parece que jueguen con nosotros. ¿No deberían de preocuparse de subsanar estos problemas? ¿No deberían molestarse en llamar personalmente al interno en cuestión al saber que no funciona bien la megafonía? En cada celda hay un interfono. Por lo visto, cuando el funcionario pulsa un botón desde la cabina, puede escucharnos aunque desde la celda tampoco se logra oír nada. ¿Tan complicado es arreglarlo para que nos escuchemos mutuamente? ¿No sería más fácil llamar a cada celda? No sé si lo veo todo negro y me dejo llevar por el pesimismo pero da la impresión de que nos tomaran el pelo.
                12:45 El Cabo ha venido a buscarme para acompañarme a la capilla. He celebrado la Misa e hice la charla con el capellán. Me propuse hacer con él la charla y confesarme con mi compañero de curso cuando viene a visitarme cada semana. Me ha hablado de la paciencia y de visión sobrenatural. Me dice que aquí hay muchas envidias y que, seguro, es donde más se nota. Se ha ofrecido para que mis padres lo llamen cuando haga falta. Al preguntarle si algunos internos que han hablado conmigo podrían venir a Misa me aconseja esperar y pensarlo. Cree que es mejor no acceder para que no crean que a través de mí puedan conseguir del capellán lo que quieren. Me habla también de vivir la Semana Santa cerquita de Dios y de que la labor que me han encomendado me puede ayudar. Me aconseja hablar con frecuencia con la directora de enfermería pero le advierto que sólo lo haré si ella me llama.
                Hoy me toca luchar contra la tristeza. Siento que quiere apoderarse de mí. Puede que el motivo sea el tiempo que llevo aquí pero creo que me influyen, sobre todo, estos pequeños detalles de la vida diaria con los demás reclusos: las picadas del Cabo y sus maniobras, los cambios de humor del asturiano, la situación del abuelo
                Por enésima vez en el día el abuelo se dirige a mí para preguntarme por qué está aquí y que cuándo arreglamos su situación. Le he dicho que vaya a comer y que esté tranquilo. Me respondió que no puede, que está preocupado. El asturiano entra a la celda a coger los cubiertos plásticos y el agua. Le digo hola y, sin mirarme, expresa: “está la comida, si quiere comer”. Sigue enfadado conmigo y todo por preocuparme de si se había cortado o no con la cuchilla una vez más. No iré a comer. Ofreceré el ayuno por la convivencia en nuestra celda y aprovecharé para rezar la liturgia de las horas.
                16:30 He conseguido dormir bien durante la siesta. Parece que vuelve a reinar la paz. El asturiano me ha pedido perdón y se ha acercado a hacerme cosquillas mientras dormía. Ahora estamos despiertos todos menos él, que llegó incluso a llorar al pedirme disculpas.
                El tiempo ha cambiado y ha llovido a cántaros. Se vuelve a sentir frío en la celda. Aprovecho a afeitar al abuelo, que se queda todo contento. Menos mal.
                20:40 Hoy he recogido la medicación pero no me he detenido a hablar con el ATS porque estaba muy ocupado. Ya estamos chapados y esperamos a que pase el funcionario para hacer el recuento. He respondido a las Carmelitas, al Obispo y a las otras dos cartas que recibí. Hoy recibí carta de una niña de una de las parroquias y procuraré contestarle ya.
                Una jornada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario