lunes, 15 de octubre de 2012

Diario (2) La noticia 27/03/2001



     Veintisiete de marzo de dos mil uno. La noticia salta a prensa convirtiéndome ahora en objeto público de discusión, de contradicción, de sospecha.

     El periódico dice que he sido detenido a raíz de las denuncias de varios padres por presuntos abusos a menores. Que, después de prestar declaración en un Juzgado, un equipo de la policía judicial de la Benemérita me traslada a las dependencias pontevedresas para instruir las diligencias del caso. Añade que llevaba dos años en la parroquia y que antes había ejercido en el municipio de Pazos de Borbén. Que los vecinos me habrían dado la bienvenida después del descontento general provocado por mi antecesor, con quien tuvieron agrios enfrentamientos. Señala que desde hace varios meses un grupo de vecinos pone en entredicho mi comportamiento y mantiene que, según fuentes cercanas a la investigación, los menores son habituales de las clases de catequesis. Se atreve a afirmar que varios padres se habían entrevistado conmigo para conocer mi versión sobre los hechos llegando a amenazarme con denunciar y publicar el caso en los medios de comunicación.
     ¡No es verdad! Incredulidad, asombro, indignación… Soy yo personalmente quien se presenta ante la policía judicial de Pontevedra, como ya he relatado, y ellos quienes me trasladan al juzgado vigués. Llevo cinco años de párroco en el lugar  y nunca ejercí mi ministerio en el municipio de Pazos de Borbén. No se produjo descontento alguno de los vecinos con su anterior párroco, fallecido trágicamente en accidente de circulación. Nadie ha puesto en entredicho mi comportamiento. Los denunciantes no son asiduos de las clases de catequesis sino alumnos del instituto. Ningún padre se puso en contacto conmigo para pedirme ningún tipo de explicación. Aún más, habiendo estado conmigo en distintas ocasiones nunca mentaron el tema. Hasta que no presté declaración en el Juzgado ni siquiera sabía quiénes eran los denunciantes ni sus familias.
.     Ya no sólo me veo expuesto a las consecuencias de una falsa denuncia. He de enfrentarme con quien tampoco tiene escrúpulos a la hora de divulgar las noticias. Me siento caer en las redes de los carroñeros vendedores de sensacionalismo. Si no es fácil vivir con una denuncia de semejante calibre y verse, de repente, transitando en el ambiente policial y judicial; más difícil todavía cuando te sientes amenazado por unos medios de comunicación social que no reparan en publicar sin contrastar los datos que les llegan. Suscitan la sospecha y crean alarma social.
       Siento como una nueva vida marcada por la mirada inquisitiva de quien me rodea se abre paso. La sospecha se cierne sobre mí extendiendo sus amplias alas como las de un águila al acecho de su presa, imponiéndome esa mirada del buitre que está esperando despedazar a la presa herida. El pasado personal queda relegado al olvido. Poco importa que seas o no inocente. Eres señalado como sospechoso.
     Tu vida profesional, familiar, social e, incluso, tu propia vida interior, se ven totalmente alteradas, trastocadas. He pasado a ser el más vulnerable de los seres. ¡Qué vertiginoso cambio se produce en un solo día!
    Te cuesta enormemente levantarte. Muy lentamente se va reaccionando y tomando conciencia del significado de lo que está sucediendo. Son muchos los temores que te acechan. Has perdido aquella seguridad de antaño. Cuesta alzar la cabeza y mirar al frente. Te repliegas sobre ti mismo. Te atrincheras. Tienes miedo de todo y de todos. A pesar de la fuerza que te da saberte acompañado, te sientes solo.
      ¡Sí! Sabes que eres tú quien ha de responder a las acusaciones, quien ha de probar su inocencia, quien ha de caminar sobre una cuerda floja que se extiende entre abismos. Eres tú quien se acuesta y se levanta con la misma carga sobre los hombros. Es sobre tu cabeza sobre la que pende esa espada sujeta únicamente por un hilo y dispuesta a atravesarte.
     Ha de poder triunfar la verdad, pero ¿la verdad puede salir a la luz con las medidas judiciales existentes? ¿Somos iguales, jurídicamente hablando, a la hora de defender cada una de nuestras posiciones? ¿Pueden admitirse a recurso unas denuncias en las que no existe una sola prueba y en las que las declaraciones de los denunciantes están repletas de contradicciones? ¿No han de tenerse en cuenta los itinerarios seguidos en la vida por parte de acusado y demandantes?

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