Veintisiete de marzo de
dos mil uno. La noticia salta a prensa convirtiéndome ahora en objeto público de
discusión, de contradicción, de sospecha.
El periódico dice que he sido
detenido a raíz de las denuncias de varios padres por presuntos abusos a
menores. Que, después de prestar declaración en un Juzgado, un equipo de la
policía judicial de la Benemérita me traslada a las dependencias pontevedresas para
instruir las diligencias del caso. Añade que llevaba dos años en la parroquia y
que antes había ejercido en el municipio de Pazos de Borbén. Que los vecinos me
habrían dado la bienvenida después del descontento general provocado por mi
antecesor, con quien tuvieron agrios enfrentamientos. Señala que desde hace
varios meses un grupo de vecinos pone en entredicho mi comportamiento y
mantiene que, según fuentes cercanas a la investigación, los menores son
habituales de las clases de catequesis. Se atreve a afirmar que varios padres
se habían entrevistado conmigo para conocer mi versión sobre los hechos llegando
a amenazarme con denunciar y publicar el caso en los medios de comunicación.
¡No es verdad! Incredulidad, asombro,
indignación… Soy yo personalmente quien se presenta ante la policía judicial de
Pontevedra, como ya he relatado, y ellos quienes me trasladan al juzgado
vigués. Llevo cinco años de párroco en el lugar y nunca ejercí mi ministerio en el municipio
de Pazos de Borbén. No se produjo descontento alguno de los vecinos con su
anterior párroco, fallecido trágicamente en accidente de circulación. Nadie ha
puesto en entredicho mi comportamiento. Los denunciantes no son asiduos de las
clases de catequesis sino alumnos del instituto. Ningún padre se puso en
contacto conmigo para pedirme ningún tipo de explicación. Aún más, habiendo
estado conmigo en distintas ocasiones nunca mentaron el tema. Hasta que no
presté declaración en el Juzgado ni siquiera sabía quiénes eran los
denunciantes ni sus familias.
. Ya no sólo me veo expuesto a las consecuencias de una falsa
denuncia. He de enfrentarme con quien tampoco
tiene escrúpulos a la hora de divulgar las noticias. Me siento caer en las
redes de los carroñeros vendedores de sensacionalismo. Si no es fácil vivir con
una denuncia de semejante calibre y verse, de repente, transitando en el
ambiente policial y judicial; más difícil todavía cuando te sientes amenazado
por unos medios de comunicación social que no reparan en publicar sin
contrastar los datos que les llegan. Suscitan la sospecha y crean alarma
social.
Siento como una nueva vida
marcada por la mirada inquisitiva de quien me rodea se abre paso. La sospecha
se cierne sobre mí extendiendo sus amplias alas como las de un águila al acecho
de su presa, imponiéndome esa mirada del buitre que está esperando despedazar a
la presa herida. El pasado personal queda relegado al olvido. Poco importa que
seas o no inocente. Eres señalado como sospechoso.
Tu vida profesional, familiar,
social e, incluso, tu propia vida interior, se ven totalmente alteradas, trastocadas.
He pasado a ser el más vulnerable de los seres. ¡Qué vertiginoso cambio se
produce en un solo día!
Te cuesta enormemente
levantarte. Muy lentamente se va reaccionando y tomando conciencia del significado
de lo que está sucediendo. Son muchos los temores que te acechan. Has perdido
aquella seguridad de antaño. Cuesta alzar la cabeza y mirar al frente. Te
repliegas sobre ti mismo. Te atrincheras. Tienes miedo de todo y de todos. A
pesar de la fuerza que te da saberte acompañado, te sientes solo.
¡Sí! Sabes que eres tú quien ha
de responder a las acusaciones, quien ha de probar su inocencia, quien ha de
caminar sobre una cuerda floja que se extiende entre abismos. Eres tú quien se
acuesta y se levanta con la misma carga sobre los hombros. Es sobre tu cabeza
sobre la que pende esa espada sujeta únicamente por un hilo y dispuesta a
atravesarte.
Ha de poder triunfar la
verdad, pero ¿la verdad puede salir a la luz con las medidas judiciales
existentes? ¿Somos iguales, jurídicamente hablando, a la hora de defender cada
una de nuestras posiciones? ¿Pueden admitirse a recurso unas denuncias en las
que no existe una sola prueba y en las que las declaraciones de los
denunciantes están repletas de contradicciones? ¿No han de tenerse en cuenta
los itinerarios seguidos en la vida por parte de acusado y demandantes?
¡Ánimo! ¡Te felicito por este blog!
ResponderEliminarMuchas gracias
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