jueves, 18 de octubre de 2012

Diario (4) Nueva medida cautelar


Recibo una llamada desde el Obispado. Mi Prelado quiere entrevistarse conmigo. En su despacho me hace entrega de un escrito de solidaridad que le han hecho llegar y que contiene más de setecientas firmas. Me habla del orgullo que debo sentir por el apoyo que estoy recibiendo. Aprovecha la ocasión para sacar a colación el tema de la minuta del abogado. Un millón quinientas mil pesetas. Hay que hacer entrega inmediata de la mitad de ese dinero como fondo de provisión. Me dice que el Administrador diocesano lo hará y que ya se lo iré pagando.
El domingo quince de abril en mi móvil quedan registradas dos llamadas perdidas. Son de uno de los jóvenes que me ha denunciado. ¿Qué desea decirme? ¿Por qué me telefonea si tengo prohibida la comunicación con los denunciantes y sus familias? ¿Por qué este repentino interés en hablar conmigo ahora y no antes? Telefoneo a mi abogado y me confirma que he hecho bien al no responder.
El tiempo va pasando y mi ánimo es muy voluble. Estoy en tratamiento médico  desde que comenzó esta pesadilla y los ansiolíticos y antidepresivos que tengo que ingerir cambian mi talante. En ocasiones me encuentro confortado y, en otras, abatido.
Amigos, profesores, alumnos, ex feligreses y feligreses, sacerdotes…vienen a visitarme y me invitan a salir con ellos para distraerme. Entre ellos, incluso, algunos familiares de alguno de los denunciantes. No puedo dejar de insistir en que todas esas visitas suponen una fuente de estímulo y de esperanza en las circunstancias que estoy viviendo. Muy especialmente las visitas de los más  jóvenes. Quienes han sido monaguillos, alumnos, miembros de grupos de catequesis y catequistas… me manifiestan abiertamente su afecto y adhesión. Unas veces me acompañan al cine, a cenar, a dar algún paseo por la ciudad. Otras, simplemente, en el salón de casa, me entretienen con sus divertidas conversaciones. En alguna ocasión llegan a juntarse hasta quince y, mi madre, acaba telefoneando a una de esas empresas repartidoras de pizzas a domicilio, para que cenemos todos.
En el mes de junio soy invitado, junto con mis padres, a una boda en una de las parroquias en las que he llevado a cabo mi labor pastoral.  El abogado me dice que no hay inconveniente alguno en que acuda y que presida la celebración.  El Obispo, sin embargo, me recomienda que vaya al banquete pero no a la ceremonia religiosa. Un clamoroso aplauso me recibe al entrar al restaurante. Es un día de feliz reencuentro con algunos de mis feligreses que me ayuda a recuperar autoestima.
Será el 16 de julio cuando un nuevo Auto Judicial acotará más mi libertad: “la acusación particular considera insuficiente la medida que ahora está vigente y considera que además de ponerse en peligro la investigación que se está llevando a cabo no es bastante para proteger a las víctimas… que el imputado acude con frecuencia a las parroquias, dejándose ver en establecimientos públicos y paseándose por dichos lugares” Y continúa alegando que “tal comportamiento afecta psicológicamente tanto a los menores como a sus familias, que no cesan de recibir insultos y sufrir comentarios de todo tipo por parte de los grupos de apoyo. Aporta a título de ejemplo una nota o anónimo…”
¿Increíble? Pues así de cierto. La Magistrado-Juez dispone, ante tales fundamentos jurídicos, extender la medida cautelar a la prohibición de acudir a las parroquias en tanto en cuanto dura la presente investigación.
Es imposible que alguien haya podido verme paseándome por las parroquias ya que resido en el domicilio familiar que mis padres tienen en Vigo y no he acudido allí desde que ha comenzado toda esta situación. Solamente, en junio, asistía a esa boda y, sí, claro, me dejaba ver en ese restaurante. Curiosamente en el Auto que ahora me impone una nueva prohibición se menciona el nombre de otro en el que no he estado.
¿Qué peligro corre una investigación en la que no existe prueba alguna? ¿A qué se refiere el Auto al hablar de insultos y comentarios por parte de los grupos de apoyo? Los comentarios que han existido son los que se publicaron en prensa y, por lo que me han contado, los insultos procedían de otros sectores e iban dirigidos  precisamente a quienes me mostraban su apoyo. ¿Puede una nota o anónimo ser el único ejemplo que se aporte por la acusación particular para ampliar la medida cautelar?

2 comentarios:

  1. Sistema judicial de dime y diretes. Vivimos en un país de pandereta disfrazado de primer mundo. Cuanto nos queda por crecer.

    Sanzu

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  2. Pues sí, la verdad, porque esto es sólo el principio

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