sábado, 10 de noviembre de 2012

Diario (25) Resolución de la Audiencia


           Es veintitrés de noviembre. Estoy sentado ante mi mesa, en el chabolo, tomando notas sobre el Sumario que me ha hecho llegar mi abogado.  La televisión está encendida y el ciego, como de costumbre, pasea de un lado a otro de la celda.  De repente, dirigiéndose hacia mí, exclama: “¡Don Edelmiro! ¡Don Edelmiro! ¡Le han concedido la libertad bajo fianza!”. Lo miro y, extrañado, le pregunto qué está diciendo.  Me reitera, esta vez con más serenidad: “Lo acaban de decir en la tele ¿no lo ha oído? ¡Libertad bajo fianza de quince millones!”. Estaba tan absorto en mi labor que no he oído nada. “¿Está seguro? -pregunto-, yo no he oído nada y, además ¿quince millones de pesetas para salir en libertad?”. Todavía estoy hablando cuando la TVG da la noticia que, antes, sólo había adelantado.  Me deja atónito.  El ciego, bañado en un mar de lágrimas, se abalanza sobre mí para abrazarme y besarme como si fuera su hijo.  Salgo galopando del chabolo hacia la cabina de los funcionarios para poder telefonear a casa.  Al llegar y solicitar permiso me replican: “¿Pero no tiene usted un abogado? ¿Tiene que enterarse por televisión?”. Mi hermana, al otro lado del teléfono, me confirma la noticia y me precisa que acaba de llamarles el abogado. Doy saltos de alegría.
            No tardará en llegar el capellán para comunicarme lo que ya sé. Me pide tranquilidad y me explica que todavía habrá que esperar a que se deposite la fianza y a que llegue la orden del juzgado. El tiempo se me hace aún más largo, interminable, a partir de este momento.
            El partido de fútbol sala pasa a segundo término para mí. Cuando llegan los sacerdotes y seminaristas me felicitan por mi pronta libertad. Tendré oportunidad de saludar a mi ex alumno, ahora seminarista, aunque mis compañeros de rejas apenas nos dejaran solos.  Se han alegrado conmigo y únicamente protestan por lo que les parece una fianza excesiva. Uno de ellos me llega a ofrecer esa cantidad, quince millones, para hacer frente a la fianza. Otro me invita a irme a un chalet que tiene en una isla, para que no me persiga la prensa, dice.  Ambos ofrecimientos, tendré ocasión de comprobar, son sinceros.  El sanitario me dará hoy una dosis doble de ansiolítico junto con un hipnótico para que pueda conciliar el sueño.
            El sábado veinticuatro, en locutorios, mis padres me pedirán paciencia ante las dificultades que se presentan. Aunque han sido distintas personas y colectivos los que se han ofrecido a hacer frente a la fianza para que pueda salir en libertad, mis padres prefieren ser quienes lo hagan. El llevar a cabo las gestiones necesarias llevará su tiempo, me advierten. No dejamos de sorprendernos de los ofrecimientos y solidaridad para conmigo. 

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