¿Libertad al fin? ¡Sí! Pudiera parecer
que la pesadilla ha terminado, que he recuperado la normalidad en mi vida, sin
embargo, nada más lejos de la realidad.
La vuelta a casa era lo más deseado y
esperado. No daba llegado el momento, desde que sabía que me concedieran la
libertad provisional, de verme rodeado de los míos y en el hogar. Tuve que esperar
cuatro días desde que la noticia se publicó. Sin duda fueron los días de mayor
ansiedad. ¡Qué alegría, por fin, verse en casa! Da la sensación de que estuviera
soñando. ¿Cómo en cincuenta y ocho días puedes "desencajarte" de
tal modo? Parece que estuviera como flotando. Me siento como enajenado y, a la
vez, fascinado, con un asombro y una admiración que pareciera la primera vez
que estoy en casa o que hiciera toda una eternidad desde que no podía abrazar a
los míos. ¡Hogar! Comprendo, entonces de una manera nueva, el entrañable
significado de tan trillada palabra.
Apenas puedo dormir en mi primera
noche. Siento un inexplicable temor de que todo sea un sueño y de que al
despertar me descubra de nuevo en prisión. Al día siguiente, la euforia tal vez,
me llevará a una crisis de angustia inesperada. A mi alrededor, junto con mi familia,
un pequeño grupo de amigos me habla para darme mil y un consejos sobre cómo
debo proceder en adelante. De repente parece que todos se han vuelto “especialistas” en psiquiatría,
psicología, derecho, moral, prudencia, buenas costumbres... ¡Qué agobio! Sufro un ataque que me
descontrola absolutamente. En un arrebato rompo la camisa que llevo puesta y el
estallido emocional me hace caer sin fuerzas del sillón en que me encuentro. El
corazón se acelera y siento ahogarme. Tengo que ser atendido urgentemente por
el médico. Un sedante calmará esa angustia y me hará dormir profundamente.
El teléfono suena sin que nadie lo
descuelgue y, cuando lo hacen, enseguida vuelven a colgarlo sin decir nada.
Algo extraño presiento. Efectivamente, al descolgarlo me entero de que hay un
gran número de mensajes grabados en el contestador. Cuando comienzo a
escucharlos un estremecimiento recorre mi cuerpo. Conservo todavía diecinueve
mensajes grabados. En ellos, no sólo se me insulta a mí, sino también a mi
familia. Además, junto a los improperios que no merece la pena transcribir, se
arrojan amenazas en las que se me promete desde una paliza hasta la muerte. Han
comenzado el veintiuno de noviembre, cuando la prensa publica que la Audiencia
delibera sobre mi posible puesta en libertad. Son constantes las llamadas a
cualquier hora del día y de la noche. Sin embargo, aunque el número es abundante,
las voces al otro lado del auricular, a propósito distorsionadas, no son más de
cuatro o cinco. Pudiera pensarse en cualquiera que hubiera leído la prensa si
no fuera porque llegan a dar alguno de los nombres de las supuestas víctimas,
nombres que nunca fueron divulgados por ningún medio de comunicación.
Evidentemente, se trata de personas allegadas a ellos o que conocen de cerca el
proceso. No es suficiente la falsa acusación. Lo que más duele, son los
insultos a la familia.
Algo "curioso" sucede.
El veintinueve de noviembre, de noche, cansado ya del acoso telefónico, acompañado
de mi abogado, decido poner una denuncia en la comisaría y solicitar la
intervención del teléfono. Por la mañana se produce un intento de acceso no
autorizado al contestador. Se repetirá en dos ocasiones. Posteriormente, ese
mismo día, me telefonean para preguntar si he puesto una denuncia y solicitado
la intervención telefónica. Mi interlocutor se identifica con un número de
placa y me indica que pretende corroborar la denuncia. Será mi abogado quien me
informe después de que no es usual que se realice una llamada de confirmación
desde la comisaría.
Alguien llama nuevamente, con
identificación oculta, vomita unos cuantos insultos y me amenaza, todo ello con
una voz simulada. Se oye ahora sonar un teléfono al otro lado y mi interlocutor,
con una modulación de voz totalmente distinta, dice algo así como "instrucción,
dígame". Es la última llamada amenazante. ¿No
resulta sorprendente? Adelanto ya que esta denuncia será archivada.
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