lunes, 12 de noviembre de 2012

Diario (27) La pesadilla continúa


¿Libertad al fin? ¡Sí! Pudiera parecer que la pesadilla ha terminado, que he recuperado la normalidad en mi vida, sin embargo, nada más lejos de la realidad.
La vuelta a casa era lo más deseado y esperado. No daba llegado el momento, desde que sabía que me concedieran la libertad provisional, de verme rodeado de los míos y en el hogar. Tuve que esperar cuatro días desde que la noticia se publicó. Sin duda fueron los días de mayor ansiedad. ¡Qué alegría, por fin, verse en casa! Da la sensación de que estuviera soñando. ¿Cómo en cincuenta y ocho días puedes "desencajarte" de tal modo? Parece que estuviera como flotando. Me siento como enajenado y, a la vez, fascinado, con un asombro y una admiración que pareciera la primera vez que estoy en casa o que hiciera toda una eternidad desde que no podía abrazar a los míos. ¡Hogar! Comprendo, entonces de una manera nueva, el entrañable significado de tan trillada palabra.
Apenas puedo dormir en mi primera noche. Siento un inexplicable temor de que todo sea un sueño y de que al despertar me descubra de nuevo en prisión. Al día siguiente, la euforia tal vez, me llevará a una crisis de angustia inesperada. A mi alrededor, junto con mi familia, un pequeño grupo de amigos me habla para darme mil y un consejos sobre cómo debo proceder en adelante. De repente parece que todos se han vuelto “especialistas” en psiquiatría, psicología, derecho, moral, prudencia, buenas costumbres...  ¡Qué agobio! Sufro un ataque que me descontrola absolutamente. En un arrebato rompo la camisa que llevo puesta y el estallido emocional me hace caer sin fuerzas del sillón en que me encuentro. El corazón se acelera y siento ahogarme. Tengo que ser atendido urgentemente por el médico. Un sedante calmará esa angustia y me hará dormir profundamente.
El teléfono suena sin que nadie lo descuelgue y, cuando lo hacen, enseguida vuelven a colgarlo sin decir nada. Algo extraño presiento. Efectivamente, al descolgarlo me entero de que hay un gran número de mensajes grabados en el contestador. Cuando comienzo a escucharlos un estremecimiento recorre mi cuerpo. Conservo todavía diecinueve mensajes grabados. En ellos, no sólo se me insulta a mí, sino también a mi familia. Además, junto a los improperios que no merece la pena transcribir, se arrojan amenazas en las que se me promete desde una paliza hasta la muerte. Han comenzado el veintiuno de noviembre, cuando la prensa publica que la Audiencia delibera sobre mi posible puesta en libertad. Son constantes las llamadas a cualquier hora del día y de la noche. Sin embargo, aunque el número es abundante, las voces al otro lado del auricular, a propósito distorsionadas, no son más de cuatro o cinco. Pudiera pensarse en cualquiera que hubiera leído la prensa si no fuera porque llegan a dar alguno de los nombres de las supuestas víctimas, nombres que nunca fueron divulgados por ningún medio de comunicación. Evidentemente, se trata de personas allegadas a ellos o que conocen de cerca el proceso. No es suficiente la falsa acusación. Lo que más duele, son los insultos a la familia.
Algo "curioso" sucede. El veintinueve de noviembre, de noche, cansado ya del acoso telefónico, acompañado de mi abogado, decido poner una denuncia en la comisaría y solicitar la intervención del teléfono. Por la mañana se produce un intento de acceso no autorizado al contestador. Se repetirá en dos ocasiones. Posteriormente, ese mismo día, me telefonean para preguntar si he puesto una denuncia y solicitado la intervención telefónica. Mi interlocutor se identifica con un número de placa y me indica que pretende corroborar la denuncia. Será mi abogado quien me informe después de que no es usual que se realice una llamada de confirmación desde la comisaría.
Alguien llama nuevamente, con identificación oculta, vomita unos cuantos insultos y me amenaza, todo ello con una voz simulada. Se oye ahora sonar un teléfono al otro lado y mi interlocutor, con una modulación de voz totalmente distinta, dice algo así como "instrucción, dígame".  Es la última llamada amenazante. ¿No resulta sorprendente? Adelanto ya que esta denuncia será archivada. 

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