Se me ha citado para que comparezca en
los Juzgados el día siete de junio. ¿Y ahora qué? –pienso-. Un nuevo sobresalto:
han de proceder al embargo de mis "bienes". La cantidad que se
me exige en esta ocasión es de cuatro millones y medio de pesetas (27.000
euros), que puedo entregar en efectivo, me dicen. ¿De dónde los saco? Ya han
investigado para averiguar cuáles son mis propiedades y qué cantidad de dinero
tengo en mi cuenta bancaria. Curiosamente, el día anterior, cuando pretendía
pagar con mi tarjeta en un centro comercial, me advirtieron que estaba
bloqueada. Menos mal que me acompañaba mi madre y pudo efectuar el pago. ¡Qué
vergüenza se siente en una situación así! No puedo olvidar la mirada inquisitiva
de la cajera.
En el Juzgado me advierten que puedo
recurrir a un aval bancario. No tengo ni idea de lo que es eso. He tenido que
hacer frente a los honorarios del primer abogado, un millón quinientas mil
pesetas (9.000 euros), si bien es verdad que me ha devuelto la mitad al dejar
el caso. La minuta del abogado que lleva mi causa ahora asciende hasta el
momento a más de dos millones de pesetas y como hemos solicitado una nueva
pericial, de parte, he tenido que pagarla (6.000 euros). Aunque he cancelado mi
plan de pensiones y vendido mi coche, no me ha llegado para nada. ¡Qué bien se
ha portado el concesionario! Me han recogido el coche nuevo a cambio de uno
viejo y me han dado la diferencia. Menos mal que se me ocurrió coger el viejo.
De lo contrario, en el Juzgado, me habrían acusado de alzamiento de bienes. He
tenido que deshacerme en explicaciones del por qué cancelé el plan de
pensiones, apenas tres mil euros, y he vendido el coche. ¡Anda! Por la justicia
gratuita con que nos asiste el Estado.
No me queda otro remedio que el de acudir a
mis padres o al Obispado. Nuevamente alguna persona amiga se ofrece a
entregarme el dinero necesario pero no me parece apropiado aceptarlo.
Es este mismo día, siete de junio,
cuando mi abogado me confirmará una noticia que, con anterioridad y en
confidencia, me había insinuado: detrás de todo este "montaje" se
esconde un sacerdote. ¡Sí! Un sacerdote que ha "colgado los
hábitos". Parece ser que fue quien primero me denunció.
¿Qué conexión existe entre él y los jóvenes que me acusan? Aquí está la difícil
cuestión que hemos de resolver. ¿Ha sido él el causante de todo este embrollo?
La denuncia que él antepone, a nivel individual, no va adelante, pero coincide
en el tiempo con la de los jóvenes que me acusan. ¿Es éste el móvil? ¿Ha sido
él el inductor de todo este montaje? ¿Por qué nadie me había notificado esto?
Apenas puedo dar crédito a lo que está
sucediendo. Parece que se trata de una novela de suspense e intrigas de siglos
pasados. Nada, sin embargo, es ficción. No es un mal sueño, una pesadilla
horrible de la que poder despertar y contemplar, aliviado, que nada de esto es
real. Por encima de todo tengo que seguir confiando en Dios, ese Padre
Providente y Amoroso que nos quiere con locura. ¡Cuesta creer! Su designio
salvífico para cada uno de nosotros es genuino, original. Son muchos quienes
oran insistentemente por mí, por toda esta situación que se asemeja cada día
más a una película de "Expediente X" que a la misma realidad.
Yo me confieso cansado, agotado, sin fuerzas para seguir luchando, con muy poca
esperanza.
Se aproxima el día del juicio. ¿Cuál
será el veredicto? Entre cincuenta y sesenta y dos años de condena piden el
ministerio fiscal y la acusación. ¿Se hará justicia? ¿Se resolverá positivamente
esta realidad de "sospecha" que está consumiendo mis días, mis
fuerzas, mi fe, mi esperanza? Todo está en las manos del Todopoderoso. "Omnia
in bonum" -¡Todo es para bien!-. ¡Que las oraciones que tantas
personas están ofreciendo den fruto abundante!
No puedo escribir más. Espero confiado
que cuando estas páginas lleguen a algún posible lector toda esta odisea haya
pasado definitivamente. Falta la voz de la Justicia, la de los hombres. ¿Será
una voz que proclame la verdad y me ayude a seguir confiando o, por el
contrario, su voz apagará definitivamente mi esperanza?
El viernes trece de septiembre vuelvo
a anotar en mis apuntes: desde la última vez que he escrito en estos papeles
han sucedido muchas cosas. La más significativa, tal vez, es que la acusación
no se conforma con la solicitud de la fiscalía de cuatro millones y medio. Me
han requerido veinticinco millones y medio de pesetas (153.000 euros). ¿Qué
locura es esta? ¡No puedo más! Sigo esperando.
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